viernes, 9 de mayo de 2008

La investigación ecológica ha avanzado lentamente, desde los problemas más obvios hasta aquellos de carácter complejo y sutil. Algunas de las primeras investigaciones se relacionaron con la geografía: ¿Por qué es distinta la vegetación de las diferentes partes del mundo?; o bien, ¿por qué algunos campos producen cosechas más abundantes que otros?. Estos problemas se afrontaron de dos maneras. Algunos investigadores se concentraron en las especies aisladas, así como en las condiciones que afecta a sus vidas (autoecología), mientras que otros estudiaron las congregaciones de organismos mixtos que denominaron comunidades (sinecología). Posteriormente el problema del tamaño de la población adquirió un interés primordial que persiste hasta la fecha. ¿Por qué tenemos la impresión de que en la naturaleza existe un equilibrio aparentemente constante entre las poblaciones de los animales y las plantas, a pesar de que cada uno de ellos se reproduce con tanta rapidez como puede? Por otra parte, ¿por qué observamos excepciones tan notables a este equilibrio, como las plagas y otros trastornos menores? La ecología está buscando continuamente las respuestas a estas preguntas, pero dichos problemas son complejos y el avance hacia la solución de los problemas principales sólo se ha logrado mediante el esclarecimiento de problemas menores que se encuentran al paso.
¿Desde cuando peligra la ecología?
Aunque desde que existe el hombre la naturaleza es depositaria de accionares por su parte de toda índole, tanto negativos como positivos, puede marcarse claramente un punto de inflexión, de ruptura, a partir del cual el equilibrio ecológico empieza a desbalancearse de forma preocupante, mostrando unos desbarajustes nunca antes ocasionados por la humanidad.
Este punto de quiebre su ubica en torno a la Segunda Revolución industrial, a mediados del siglo XIX. Es aquí donde se relacionan claramente los problemas económicos y sociales con los medioambientales.
En general los progresos económicos traen aparejado un aumento demográfico, lo que a su vez exige una mayor producción de alimentos. Para satisfacer estas necesidades se recurrió a la agricultura y ganadería intensiva, que a su vez necesitaba de la industria que le proveía, por ejemplo, de la maquinaria agrícola necesaria para llevarla a cabo.

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